“Estudio sobre el convento de Santa Clara en Bogotá”
- Laura Melissa Lozano Frascica
- 16 jun 2015
- 9 Min. de lectura
El convento de Santa Clara se encuentra ubicado en el centro fundacional de Bogotá, a una cuadra al sur-occidente de la plaza de Bolívar, exactamente en la carrera 8 con calle 8, pero este no fue lugar original, es preciso mencionar que hubo una fundación previa del convento en 1583, el cual se ubicaba dentro del marco de la plaza, pero por cuestiones gubernamentales es trasladado a su emplazamiento actual. Tal como lo menciona German Franco Salamanca¹ en su libro “El Templo de Santa Clara Bogotá” sobre la fundación del Templo:
“Había pasado ya 36 años desde aquel 1583 en que don Cristóbal Rodríguez Cano intentaba testamentariamente la fundación del monasterio, cuando el Arzobispo Arias de Ugarte acometía de nuevo la idea en forma más concreta, hacia 1618, al solicitar y serle concedida la licencia real el 8 de marzo de 1619 por Felipe III… En la fundación del monasterio de clarisas en Santafé se plasmaron algunas de las características que entonces formaban parte de toda nueva fundación conventual, cuando el Arzobispo Arias Ugarte”… determinó dejar una perpetua memoria de su liberalidad, y amo que tuvo siempre a la virtud de la castidad, y pidió licencia a su majestad para fundar el Monasterio de Santa Clara, imponiendo de sus rentas las dotes , para veinticuatro doncellas, las doce de las que fuesen de su sangre, y las otras doce de pobres virtuosas descendientes de los Conquistadores, y que en continua sucesión se nombrasen por los que tuviesen el Patronato” … En este caso en Santafé, a pesar de no haberse podido encontrar el contrato de construcción o algún documento que fijara claramente su iniciación, o algún documento que fijara claramente su iniciación, o las escrituras que posibilitaron la negociación de las casas que inicialmente se habilitaron como convento, se puede pensar que no comenzó la obra hasta fines de 1619, fechada el 8 de marzo de 1619 y las vías del correo eran lentas y muy largas.”
A partir del desarrollo y fundación del convento es necesario pensar, ¿Cuál es la función específica de los conventos en la colonia de Santafé? Teniendo en cuenta, los antecedentes de la vida femenina en las demás colonias latinoamericanas, es posible remitirse a sus estudios de estas zonas Latinoamérica Lavrin nos dice: (Franco Salamanca, German. “El Templo de Santa Clara Bogotá”. Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá. 1987, pp. 24)
“La significación de las comunidades religiosas en la América Latina de la Colonia va más allá de sus propósitos meramente religiosos y nos puede dar la clave para conocer la posición social y económica de las mujeres y de sus familias, las actitudes social que prevalecían, la política adoptada por el reino y hasta la estructura económica de una determinada región”… “El más importante resultado de la investigación es haber descubierto a las mujeres de la Colonia como individuos capaces de realizar actividades independientes que afectaban a sus familias y a la sociedad. Durante mucho tiempo se había visto a la mujer como una sombra unida bajo la voluntad del esposo o del padre, que casi se había olvidado su verdadera condición humana”.²
(Campo Lacasa, Cristina. “Historia de la Iglesia en Puerto Rico”. Instituto de Cultura Puertorriqueño, San Juan, 1997, pp. 228-242. Lavrin, op.cit., pp.33-73)
En esta época las mujeres eran objetualizadas y se veían como un sistema de protección de ellas, en donde, una mujer podía venderse a un hombre en matrimonio para enlazar las grandes familias e intercambios monetarios en la comunidad española con hijas nacidas en américa, para la conservación de ese selecto grupo en América. Pero ¿Qué sucedía con todas estas mujeres que no tenían la suerte de casarse?, Constanza Toquica en su Tesis, nos aclara la visión de las mujeres y la vida conventual de la siguiente manera:
“…La vida conventual respondía tato a necesidades religiosas como seculares. Los conventos ofrecían las ventajas de una familia adoptiva y una manera de vivir alternativa para las mujeres que trataban de refugiarse en la sociedad temporal; impartían educación en las artes domésticas y, como precursores de las instituciones de beneficencia contemporáneas, daba abrigo y sostén a las mujeres solas y desamparadas. Las casas de religiosas eran un lugar de depósito útil y respetable para las familias cuya elevada posición social y escasos ingresos impedían dotar adecuadamente a sus hijas para contraer matrimonio. Desde el punto de vista demográfico, los conventos liberaban a la sociedad de la carga de un número excesivo de mujeres célibes. Según Soeiro los conventos reflejan las actividades de la sociedad, desde las más comunes hasta las más extravagantes, a pesar de su apariencia como instituciones distintas del mundo ordinario…”³ (Toquica, Constanza. “A falta de oro: linaje, crédito y salvación. Una historia del real convento de santa Clara de Santafé de Bogotá siglo XVII y XVIII” Universidad Nacional de Colombia. Facultad de ciencia Humanas: Ministerio de Cultura: Instituto Colombiano de Antropología e historia, Bogotá, 2008. Pp.27)
Este tipo de elementos sociales se mezclan directamente con la estructura y construcción de un lugar que albergara no solo a 24 mujeres inicialmente, sino que tendrá por misión el recibir a más mujeres, no solo de buenas posiciones económicas, sino, a aquellas cuyas familias no consideran rentables para contraer nupcias o simplemente no pueden mantenerlas en el hogar. Esta estructura no solo debe demostrar poder, las nuevas tendencias artísticas que llegan a américa, deberá mostrar lujo, pero a su vez celibato, voto de pobreza y humildad. Sino que además de llevar una vida dentro del monasterio de clausura de Santa Clara en Santafé de Bogotá, se puede entender por medio de tres corrientes del cristianismo occidental que le imprimió un carácter particular a la vida de claustro y a las funciones que desarrollaban las mujeres en los monasterios en Latinoamérica.
Una primera corriente proveniente de las primeras prácticas religiosas, que nos dejan principalmente dos características, el estado que debían poseer las mujeres para acceder a la vida conventual y en el simbolismo central de servicio a Jesús y a sus semejantes. La segunda corriente, de tipo medieval, relacionada con los orígenes de la vida monacal y la espiritualidad monástica que se daba en estos espacios. Y la tercera un corte moderno, a partir de las medidas contra reformistas adoptadas por el concilio de Trento y a través de las prácticas y representaciones de la espiritualidad barroca, modeló la vida cotidiana de las clarisas. A partir de estos principios, se produce una organización o clasificación de las mujeres que ingresaban al claustro y que le darían carácter y orden a los oficios que se realizaron en el:“…Durante los primeros tres siglos del cristianismo, gracias a su fervor religioso, una mujer podía superar la situación de inferioridad “natural” adjudicada por las antiguas culturas griega, romana y hebrea. Solo, bajo la protección de la iglesia primitiva podía acceder a una nueva vida al margen de la familia y del matrimonio. La “igualdad de todos los creyentes”, predicada entonces, hacia las mujeres potencialmente iguales a los hombres ante los ojos de Dios. Dotadas de igualdad y de poder podían rechazar su papel domestico tradicional y la sujeción de su vida al hombre como hijas, esposas y madres. La vida religiosa por la que optaron las doncellas neogranadinas les otorgó esta independencia desde novicias al ingresar al convento y escapar de los roles familiares impuestos por la sociedad patriarcal de la Colonia. Dentro del cristianismo primitivo fueron reconocidos oficialmente por la Iglesia tres grupos de mujeres: las diaconisas, las viudas y las vírgenes. Una virgen hacían su propia elección, una viuda recibía la elección directa de Dios y una diaconisa era elegida por la Iglesia… Para profesar como monja, una mujer debía ser virgen o viuda, y comprometerse como esposa de Jesús a servirle tanto como a sus semejantes…”⁴Por tales mujeres, ahora es posible observar la infraestructura del claustro y como este se distribuía, además del carácter de cada uno de los espacios, tanto los espacios privados de este, los cuales, no era posible recorrerlos más que por las monjas que allí habitaban, que tenían unos parámetros muy diferentes en relación con los espacios de uso mixto, en donde el pueblo podía entrar y mostrar su carácter devoto.
Comenzare describiendo la Imagen 1. En donde encontraremos la manzana que ocupaba el convento y sus huertas, hoy completamente fraccionado por la ocupación que se le dio años después de la exclaustración y en las primeras décadas de este siglo. Sin embargo es posible distinguir los dos cuerpos principales en los que se dividía el claustro, en donde se organizaba por medio de tres patios, el principal destinado a los lugares de reunión de la comunidad (zona azul), el sector administrativo y de suministros, además de atención al público, en el cual se puede ver el Toquica, Constanza. “A falta de oro: linaje, crédito y salvación. Una historia del real convento de santa Clara de Santafé de Bogotá siglo XVII y XVIII” Universidad Nacional de Colombia. Facultad de ciencia Humanas: Ministerio de Cultura: Instituto Colombiano de Antropología e historia, Bogotá, 2008. Pp.49.
Acceso o comunicación con el cuerpo de la Iglesia de Santa Clara, mientras que en los patios de menor tamaño, alrededor de estos se ubicaban las habitaciones de las monjas, además de algunos depósitos de alimento y materiales (zona morada).

Imagen 1. Franco Salamanca, German. “El Templo de Santa Clara Bogotá”. Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá. 1987, pp. 48
En este texto resaltaremos el lugar de reunión máximo del pueblo católico con las religiosas, el cual, es la Iglesia de Santa Clara. Sobre el año de 1646 al verse la excesiva necesidad de culminar el nuevo templo se establecen una serie de acabados y detalles específicos de su tiempo, el cual se describe en la siguiente cita:
“Respecto a la necesidad de concluir el templo en su fase de acabados para lograr así una presentación del mismo decorosa y en consonancia con la magnitud del espacio construido, además de estar muy dentro del orden de ideas y aspiraciones de las clarisas… Esta etapa final incluyo seguramente toda la piel cromática que hoy aparece asociada al presbiterio a partir del arco toral, para prolongarse en su zócalo por ambas bandas de la capilla mayor hasta alcanzar la base del altar. Tambien se embellecieron las maderas expuestas en coro alto y sotocoro, cubierta del órgano, e igualmente las que conforman las tribunas en el presbiterio. Todas estas celosías eran policromadas antes que doradas y debieron conjugarse maravillosamente entre si y con los zócalos de nave y presbiterio, para enseñar un recinto salpicado de colores en sus muros que rematan en una cornisa igualmente policromada. Todo este conjunto se cerró con un cielo abovedado y multicolor que trasportó al interior del templo la representación del firmamento como morada de Dios.” Esta fue la imagen que causo aquel brillo sin igual en 1647 cuando se inauguró y se dio al servicio público, en donde se puede destacar la ostentosa cantidad de acabados de la cubierta y del altar mayor en donde, no solo vemos las imagen religiosas, vemos el poder de la iglesia misma representado en este lugar, por su lujo y belleza, la forma de tallado de los alto relieves de la madera y como se extiende la decoración de la cubierta, por el arco toral y los múltiples detalles en alto relieve que este posee y que le da una forma particular, al partir de cierto modo el templo en dos, la zona de adoración en donde encontramos el altar como si fuera una pequeña capilla y otra sección para los observadores en donde estos pueden ver las ventanas superiores de la Iglesia que se despenden de la gran bóveda en forma de arcos de medio punto cuatro de cada lado, los cuales generan una incidencia de luz indirecta sobre el espacio, que ocasiona un impacto adicional en el brillo de la bóveda que se esparce por el espacio y produce una sensación más profunda de brillo y policromía, que a los ojos del espectador genera un sentimiento de majestuosidad. Tal como se muestra en la imagen 2.

Este templo concebido por el maestro Matías de Santiago como un templo conventual de una nave abovedada, presbiterio realzado y también abovedado y coros a los pies, nos enseña elementos como: La capilla mayor que está compuesta por el pre santuario, levantado una grada del nivel de la nave y por el presbiterio propiamente elevado por cinco gradas que se extienden por la totalidad de este.
Entre la nave y el presbiterio se implanta un arco, que como se mencionaba antes enmarca la diferencia entre los dos espacios principales, enmarcando la vista de la capilla mayor y se destaca la profundidad de su altura, mientras que la nave está limitada por las tribunas de los coros alto y bajo, que originalmente iban de piso a techo, además vemos la tribuna del órgano que se separa del paramento hacia el presbiterio por el arco toral.
Este templo tiene dos accesos laterales por el costado occidental y sobre el otro costado se inscriben dos confesionarios contra el muro, que se abren como su fueran nichos, los cuales dan hacia el convento.
El coro por su parte se concibió muy profundo y el soto coro un poco retrocedido en relación al anterior. Ambos se cerraron hacia la nave por medio de celosías en madera, las cuales en la actualidad se encuentran incompletas en la parte superior y fueron eliminadas en la parte inferior. Los cuales estaban dispuestos en todos los sectores que comunicaban la Iglesia con el convento, por una costumbre de la época, en la cual, las monjas que ingresan de clausura al convento, no pueden ser de nuevo vistas por personas del exterior, de tal forma que el contacto que estas tengan con la sociedad Santafereña se reduzca a su máxima expresión, se disponen las celosías. El único caso en donde a las monjas de clausura se les permite ser vistas es en caso de muerte, en algunos casos las familias o la comunidad las mandaba a retratar por su rango dentro de la comunidad, y aun en esa circunstancia se mantenía al pintor a una distancia más que prudente del cadáver.
Sin embargo es necesario enunciar que este espacio arquitectónico en su interior esta bellamente enriquecido con algunas de las pinturas que hoy conserva de la gran colección que enmarcaba los majestuosos muros de este recinto, por cuestiones que desconozco.
Es posible concluir, que el espacio del claustro se diseña para resolver múltiples necesidades espaciales dispuestas por las normas de la época y seguidas en rigor por el diseñador, para cumplir con el carácter eclesiástico dispuesto en este espacio, mostrándonos dos caras completamente distintas, la vida dentro del claustro bastante sencilla con grandes espacios sin decoración, en relación con el ostentoso y luminoso brillo de la Iglesia, y las tendencias y creencias de la época.
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