Los Muiscas, Política y Territorio
- Laura M. L'Frascica, Daniel Alejo
- 15 jun 2015
- 20 Min. de lectura
El objetivo del presente trabajo es hacer una aproximación a los sistemas políticos del grupo humano Muisca, de tal modo que se puedan conocer las interacciones endógenas y exógenas sobre la jerarquización, los ejercicios de poder, las transiciones de poder y las políticas territoriales. Se analizara la relación de estos aspectos con el contexto de El Infiernito, utilizando como referencia a: Carl Langebaek, Marta Herrera, Ángel Román, Ana María Boada, Eduardo Londoño, Jorge Gamboa, Hope Henderson, Roberto Lleras, François Correa, los esposos Villamarín, Michael Heckenberger, Michael Kruschek, Marcela Quiroga y Alejandro Bernal.
En primera instancia, es necesario aclarar que la organización social descansaba en la matrifiliación de sus miembros. Correa (2005) Correa (2005) establece que la transmisión del cargo en este grupo humano era delimitada por linajes, la residencia en tierras del hermano de la madre y la transmisión de la propiedad a los hijos de la hermana. Además, Steward y Faron (1959) (Citado en Villamarín, Villamarín, 2004) corroboran esta afirmación al decir que entre los Muiscas existió una herencia matrilineal de los altos puestos políticos, pero la tierra y otras posesiones se heredaban por vía patrilineal. En cuanto al desplazamiento social de los miembros de las unidades de filiación, para que la propiedad permaneciera en manos de la misma línea sanguínea, los derechos de herencia deberían tomar la vía de transmisión del hermano de la madre retornando a sus sobrinos (Correa, 2005) ya que según este supuesto, estos eran quienes garantizarían la continuidad del linaje. No en tanto, la residencia era patriarcal, a pesar del origen de su madre, los hijos residían en el lugar donde su padre viviera mientras este vivía. En el periodo Muisca Tardío la base de la organización social era el clan o familia y se caracterizaba por la exogamia.
Si bien la continuidad de los cargos se heredaba por vía matrilineal, había la posibilidad de que el sujeto tuviera más hermanas y estas a su vez hijos. En el caso específico del cacicazgo, la jefatura emanaba del mayorazgo del hijo de la hermana mayor del cacique; sin embargo, como lo dejan suponer testimonios presentados, sus otros hijos y nietos o los hijos de otras hermanas, vinculadas por vía uterina, podían acceder a una jefatura de menor prestigio (Quiroga, 2008). En este caso, quien tenía el derecho a adquirir el cargo era el hijo mayor de la hermana mayor; sin embargo, los demás hijos de las otras hermanas, por ser del linaje de dicho sujeto, tenían derecho a desempeñar otros cargos de menor prestigio dentro del grupo que tenía a cargo el sujeto a ser sustituido. Quiroga (2008) menciona que las unidades socio-políticas Muiscas uta, capitanía principal y cacicazgos tenían un orden jerárquico, cada uno de estos conjuntos en un mínimo nivel configuraba unidades sociales similares, denominadas de manera general parcialidades o capitanías menores. Estas unidades tenían subunidades en sí mismas que pasaban a ser divisiones sociales que los demás sucesores podían gobernar. Así mismo, en este proceso de bifurcación, es decir el proceso de separar algo en varias partes, los miembros de todas estas unidades sucesoras las reconocen y clasificaban, de acuerdo con su rango de antigüedad, dando una connotación mayor a la unidad de origen, el cacicazgo. Como resultado tendríamos un proceso de conformación de linajes mayores y menores (Quiroga, 2008). Se puede decir que la unidad origen y el icono de identidad primordial se constituían a partir de la capitanía principal la cual formaba una jerarquización de mayor o menor rango.
Las jerarquías políticas de los Muiscas variaron a través del tiempo, y aunque es muy poca la información que se tiene sobre el periodo Herrera en términos de su organización política y social, dado que la mayoría de información es sobre cerámica y alimentación, en “Arqueología regional en el territorio Muisca” (Langebaek, 1995) menciona que existieron principalmente dos tipos de asentamientos: caseríos y asentamientos pequeños que corresponderían a dos niveles distintos de jerarquía administrativa.
En el caso específico de Infiernito se puede comprobar esta hipótesis aunque en el Muisca Tardío ya que de acuerdo con Langebaek “(Infiernito) empezó a ser habitado de forma creciente durante el Periodo Muisca Temprano (800-1200 d.C.); finalmente, la población continuó aumentando aunque menos dramáticamente durante el Periodo Muisca Tardío (1200-1600 d.C.)” (Langebaek, 2006) por lo que no pudo haber ese tipo de jerarquía administrativa antes.
Debido a los restos de cerámica encontrados en el sitio se pueden identificar dos concentraciones (Langebaek, 2006) una en el oriente y otra en el occidente; por lo tal se puede hablar de un concepto de organización cacical dual. De acuerdo con Londoño (1984) se puede probar la existencia de dos caciques o dos dinastías simultáneas, como Bogotá y Chía, Suba y Tuna, entre otras.
Sin embargo, en el texto de Langebaek mencionado anteriormente se cita a Flannery (1976), quien dice que los asentamientos Muiscas no estaban habitados necesariamente al mismo tiempo, por lo que hace difícil pensar en dos rangos administrativos en un periodo inicial como el Herrera. En este caso dicen que por el poco tamaño de los asentamientos no es clara la función de cada uno, porque no existen diferencias arquitectónicas claras o sitios de entierro diferenciales. Por lo que llegan a la conclusión que en este periodo inicial pudo haber una distribución igualitaria del poder.
Continuando con el periodo Muisca Temprano, se pueden encontrar grandes cambios en cuanto a los asentamientos que ahora son aldeas nucleadas, representando así una centralización política (Boada Rivas, 2007). Es en este momento donde aparece el cacicazgo como una forma de organización política y social. Aparece el cacique como una manera de comunicación con las deidades y la comunidad humana, para así adquirir sabiduría sobre las cosas terrenales como los tiempos de cosecha y de riego.
Volviendo al caso de Infiernito para ver la creación del cacicazgo se puede decir que con la organización dual surgen dos conceptos: la uta y la sybyn, las cuales pueden asemejarse a capitanías siendo uta una capitanía menor y sybyn una capitanía mayor, en las cuales se encontraban los líderes políticos “utatiba (capitán de uta) y los sybyntiba (capitán de sybyn)” (Langebaek, 2006). Se sabe que las utas tenían una connotación de poder menor ya que este término “aparece muchas veces relacionado con conceptos que sugieren su “inferioridad”: por ejemplo, ichuta quería decir “inferior” o “subalterno”, chuta se traduce como “criado”, “hijo”, “inferior” “subordinado” o “sirviente”.” (Acosta, citado en Langebaek, 2006) Por otra parte sybyn se puede descomponer morfológicamente y así “sy se traduce como “órgano genital femenino”; la partícula ib o yb es relacionada con “cuerpo” y, más específicamente, con “cabeza”: yba se traduce como “cuerpo”; zi, se traduce como “nosotros” o “nuestro” (Acosta, citado en Langebaek, 2006).
Si tomamos esta división podemos ver que las palabras uta y sybyn por sus connotaciones semánticas llevan implícitas significados de superioridad en el caso del sybyn y de inferioridad en el caso de uta. De igual forma, "La uta debió ser a la vez una unidad territorial y de parentesco, con énfasis matrilineal para su pertenencia ella y residencia preferencial avunculocal, en la localidad del tío materno." (Villamarín, Villamarín, 2004) No solo existía el concepto como capitanía menor sino que su integración se daba por parentescos.
El cacique no solo es reconocido en la comunidad por los conocimientos terrenales sino porque además cumple con ciertos valores como lo son la solidaridad, la valentía y el liderazgo para organizar a la comunidad alrededor del cercado (Gómez Londoño, 2005). Se encuentra de la misma manera una diferencia económica entre los asentamientos lo que puede demostrar una competencia por la riqueza entre aquellos de una misma zona. Se habla (Boada Rivas, 2007) de una competencia con base en regalos, producción textil o banquetes pero no para acumular riqueza sino para mantener buenas relaciones. Entre más regalos o banquetes se ofrecían mayor era el prestigio que la persona o el cacique tenía. En este periodo se puede hablar de estatus sociales heredados por el esfuerzo en ciertas tumbas infantiles.
Finalmente, en el periodo Muisca Tardío se encuentra un desarrollo más complejo en cuento a la jerarquización. Ana María Londoño propone una gráfica (gráfica 1) que muestra una diferenciación en el poder antes de la llegada de los españoles y después de ésta. “Los ámbitos más elevados de la jerarquía social fueron remplazados por los españoles, al tiempo que se fortalecían los jefes locales de rango intermedio. La real audiencia de Santa fe entro a ocupar el lugar de los zipas, mientras que los caciques mayores o usaques, fueron reemplazados por encomenderos y corregidores.” (Gómez Londoño, 2005)

Lo que se puede notar es que existían diferentes grados de poder para así tener controlado al pueblo por su gran cantidad, estos Zipas estaban organizados por regiones “los grandes centros de poder político efectivamente tenían la capacidad de aglutinar “cercados” de caciques y capitanes” (Bernal , y otros, 2008). En este periodo se conserva la competencia por prestigio como se veía anteriormente. Cabe aclarar que los Zipas compartían sus ganancias con la gente y por el tributo que les era pagado ellos devolvían cierta cantidad de otra cosa, esencialmente algodón.
Al momento de la llegada de los españoles, las relaciones fueron buenas, y los caciques locales actuaron como intermediarios entre los conquistadores y la mano de obra, por esta razón fue una pieza clave. Muchos de ellos perdieron el control y el respaldo de su gente porque vieron en los españoles la oportunidad de enriquecerse (cobrando más por la mano de obra) y de librarse de los Zipas (Gómez Londoño, 2005). Los Zipas por su parte perdieron el poder ya que toda la justicia quedo relegada en los españoles; sin embargo, ellos tenían varios privilegios y aunque su poder fue disminuido y controlado adquirieron el título de “señores naturales”. Dentro de los privilegios se encontraban la premiación de sus servicios, ya que eran considerados servidores de la corona, tenían derecho a mantener su gobierno y sus formas de sucesión siempre y cuando no afectaran las costumbres de los españoles, se crearon escuelas especiales para sus hijos, estaban exentos ellos y su familia de pagar impuestos y de ser condenados con multas.
En resumen se puede decir que la jerarquía Muisca fue creciendo a través del tiempo y a medida que la población aumentaba, pero que a la llegada de los españoles, aunque se registran caciques en 1734 tiempo después de la llegada de los españoles a Colombia, (Gómez Londoño, 2005) su poder fue disminuyendo paulatinamente y los cargos comenzaron a ser ocupados por los españoles.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta la relación que existe entre las capitanías (Román, 2006) y como estas tenían a su vez una relación que se establecía por el parentesco y ordenamiento espacial en los cuales se crean principalmente relaciones de producción y así mismo se organiza la siembra o la repartición de tandas de trabajo entre los individuos de las capitanías. (Herrera, 1996) La delimitación del territorio provincial en corregimientos guarda cierta semejanza con las divisiones que presentaba el área Muisca controlada por el Zipa de Bacatá en el momento del contacto. Éste a su vez, y corroborando la afirmación anteriormente expuesta, maneja un esquema jerárquico similar al existente en los cargos de poder, disminuyendo la participación indígena y aumentando el dominio español en el territorio, pero entendiendo los métodos de producción de los mismos y las relaciones de interdependencia que tenían para no alterar los sistemas de producción, en beneficio de la rentabilidad del territorio para ellos.
Si nos centramos en el territorio y el dominio que existía, al verlo inscrito en un mapa, es posible ver asentamientos nucleados que se interrelacionan y comparten patrones de intercambio exogámico a nivel comercial y en los ejercicios de dominio de las capitanías que responden a un Zipa, entendiendo esto como una relación consanguínea y de estatus social por la competencia de prestigio al mantener las relaciones de intercambio entre los núcleos por conveniencia. (Herrera, 1996) Una organización en donde se encontraba centralizado el poder y los núcleos de menor tamaño respondían a una jerarquía establecida, por medio de asentamientos nucleados interconectados por caminos dentro de la extensión del territorio cundiboyacense.
En el caso de Infiernito, esta relación con el territorio (Langebaek, 2006) se divide en dos sectores: una primera configuración espacial en la parte occidental en donde encontramos las viviendas y los sectores de producción, mientras que en el sector oriental se encuentra un lugar ceremonial o de reunión, junto con la vivienda del cacique y el líder espiritual. Comprendiendo la conexión de dominio que estos asocian con las prácticas religiosas ejecutadas en lo que se puede entender como el cercado del sybyntiba (capitán de sybyn).
Las características de los asentamientos Muiscas y la información que se puede encontrar sobre su reglamentación en el territorio que se enlaza de la misma manera con la interacción humana dentro de los asentamientos deja ver que existieron principalmente dos tipos de asentamiento: caseríos y asentamientos pequeños que correspondían a dos niveles administrativos. (Langebaek, 1995) Teniendo en cuenta el poco tamaño de la población dentro de los asentamientos Flannery (1976), especifica que no existe una característica diferenciada en la conformación arquitectónica, sabiendo que desde el periodo herrera el número poblacional aumentó paulatinamente.
Por lo anterior, es posible evidenciar la igualdad de condiciones en los indígenas en cuestión de vivienda y distribución del territorio, en donde en su periodo temprano, se encuentran los primeros asentamientos nucleados aun sin una organización específica (Boada, 2007), también denominados aldeas, y se observa un tipo de organización centralizada, en su mayoría en una conformación radial entorno al lugar de reunión o itinerante con un punto de reunión especifico.
Su estructura social basada en el cacicazgo giraba alrededor de centros principales, los cuales a su vez se articulaban en un sistema regional por medio de caminos. (Boada, 2007) Por lo que se relaciona con la construcción de territorio que se tenía y la delimitación en corregimientos guarda cierta semejanza con las divisiones que presentaba el área Muisca controlada por el Zipa de Bacatá en el momento del contacto (Herrera, 1996).

Grafica 2: Territorio del Zipa de Bogotá a la llegada de los españoles (Fachetti, 1973)
Fue este territorio controlado por el Zipa en el momento de la llegada de los europeos al que bajo la administración española se conoció como la provincia de Santafé, casi a todo lo largo del periodo colonial. Así, puede observarse en los mapas que las únicas diferencias entre el territorio Muisca controlado por el Zipa y el que posteriormente formó parte de la provincia de Santafé consisten en que Pandi, en el extremo suroccidental, si quedó involucrado en la provincia, mientras que no sucedió lo mismo con Saboya y Chiquinquirá, en el extremo noroccidental. (Herrera, 1996) La existencia de regiones relativamente definidas dentro del territorio del Zipazgo sugiere que había factores económicos y sociales que sustentaban su unidad política. Como se verá a continuación, estas subdivisiones coinciden, en grandes rasgos, con la división político-administrativa de la provincia de Santafé en el siglo XVIII. Fenómenos que llaman la atención sobre el aprovechamiento que hizo la administración colonial de las estructuras de control territorial prehispánico.

Grafica 3: PROVINCIA DE SANTAFE: Cacicazgos y división político-administrativa durante la Colonia. (Fachetti,1973)

Grafica 4: Los cacicazgos chibchas alrededor de 1470 (Fachetti, 1973)
Si se mira el territorio del Zipazgo antes de su expansión, lo que después fueron los corregimientos de Bogotá y Bosa, se observa que al parecer el Zipa no tenía control sobre los terrenos templados y cálidos de las vertientes del altiplano. (Herrera, 1996) Éste control del territorio ocasionó un tipo de dialogo inicial sobre intercambio de productos y alimentación, es así que en el tardío el Zipazgo opta por una expansión militar para aumentar los dominios Muiscas sobre otros territorios. Un ejemplo claro de esto son las primeras conquistas de Saguanmachica sobre el territorio de Fusagasugá (posteriormente corregimiento de Pasca) en la vertiente occidental de la cordillera oriental, los cuales contaban con tierras en climas cálidos y templados por donde desarrollaban las relaciones comerciales con los territorios no Muiscas.
Se puede observar que la jerarquía y la ideología Muisca van ligadas con su sistema cultural y religioso; esto quiere decir que los líderes políticos y los procesos de transición de poder, llevan un alto grado de ritualidad y características religiosas. Puesto que el cacique o líder representaba la descendencia del sol que para la cultura Muisca es uno de los dioses de más alta importancia y jerarquía. En este caso los ritos de iniciación y transición para la envestidura del cacicazgo representaban un periodo de trasformación donde el descendiente del sol era elegido. Elegido para mantener el control de la reproducción de la sociedad, el mismísimo flujo del tiempo, y las diferentes labores y oficios que la comunidad tenía sobre sus hombros como la agricultura y las artes.
Es importante aquí decir que de acuerdo a Langebaek (1995), que la conformación Muisca nunca fue concebida como algo individual, un cacicazgo no era desigual al otro pese a existir un alto grado de competencia entre ellos, el funcionamiento político operaba como un conjunto de partes iguales, comunidades proporcionales que poseían la capacidad de su propia autosuficiencia.
Sin embargo, otros elementos como la guerra y los matrimonios, fueron primordiales para el desarrollo del manejo político en lo que respectara a las diferentes comunidades que conformaron la sociedad Muisca. Este tipo de elementos (Langebaek, 1995) afianzó el desarrollo de un factor principal que pudo consolidar a la comunidad Muisca, las alianzas. Estas alianzas ya fueran por consensos matrimoniales, donde ambas comunidades permeaban o por procesos bélicos donde una capitanía o un cacicazgo vencía a una comunidad de orden menor y se sometía a una prestación de recursos de manera tributaria. Al ser la alianza un proceso tan frecuente en los manejos políticos, las denominadas “fronteras”, que constituían el territorio Muisca, confluían con bastante frecuencia, al ocurrir esto se le permitía a comunidades de orden menor, jurar lealtad, o en este caso unirse al cacicazgo dominante.
Cabe mencionar de acuerdo con Langebaek (1995) que no solo las alianzas fueron un elemento fundamental que conformaba la selección de la cúspide política Muisca. Otro elemento de suma importancia son los factores ambientales que permitieron que este tipo de organizaciones políticas comenzaran a desarrollarse a través del paso del tiempo; esta sociedad surgió en un terreno favorecido en la zona alta de Suramérica. Esta sección del territorio Suramericano ayudó no solo a un crecimiento demográfico exponencial de la población Muisca, sino que también favoreció al desarrollo de una agricultura intensiva y con éste el desarrollo de un sistema de competitividad, intercambio y económico riguroso.
Sin embargo, pese a tener un territorio tan fértil y tan rico, los Muiscas como ya se ha mencionado anteriormente basaron sus relaciones tanto sociales como políticas a través de los mecanismos de intercambio; pese a que la altitud y la fertilidad de la tierra favorecía el desarrollo de una agricultura intensiva y sistematizada, la necesidad por otros elementos vitales y en algunos otros casos elementos de lujo fue lo que permitió que la redes de intercambio fueran no solo de suma importancia para la sociedad Muisca, pero para el florecimiento de su economía y en prioridad su economía. (Langebaek, 1995)
Como ya se mencionó anteriormente, los órdenes de control y jerarquía Muisca, eran netamente desarrollados bajo un sistema de prestigio. (Boada, 2007) Esto significa que a través de diferentes eventos de tipo, religioso, público y militar, un determinado linaje, o representante político iría ganando prestigio o “fama” dentro del círculo social. Con este prestigio obtendría una ascensión política escalonada dependiendo de sus actos; ceremonias, festejos, fiestas de bebidas e incluso regalos, eran los diferentes mecanismos utilizados por los líderes políticos para obtener este prestigio.
También dentro de la legislación y los procesos de desarrollo Muisca, la prestación de servicios era un método para la expansión de la sociedad. (Boada, 2007) En diferentes ocasiones un líder político o cacique consideraba necesario un determinado grupo o fuerza de trabajo para la construcción de diferentes edificaciones, puentes, vías o inclusive sus propias casas; puesto que el sistema de prestigio era latente cuando dicha fuerza de trabajo comenzaba, desarrollaba y terminaba su labor el líder político entregaba comida y bebida para remunerar sus acciones.
Todos estos elementos confluían bajo el territorio del cacique, en muchos casos gran parte del desarrollo por parte de servicios de prestación funcionaban sobre la vivienda del cacique dominante, puesto que más allá de ser un centro amplio y un lugar donde se concentraban los recursos era el centro de las diferentes actividades políticas del líder tribal. No solo la prestación de servicios era pagada de esta manera, sino diferentes actos que eran considerados delitos eran pagados con trabajo que a su vez era recompensado con bebida y alimentos por el cacique encargado. En adición, la búsqueda de la redistribución de un excedente del tributo era necesario para mantener el control político, porque pese a que éste era usado bien para satisfacer las necesidades del líder político, ya fuera en alimentos, bebida, la expansión de su vivienda o el desarrollo de obras; también debía usarse para fomentar celebraciones o festejos de orden comunal, no solo para acrecentar su dominio político, o su prestigio, pero también para mantener y recompensar a su fuerza de trabajo bajo sus ordenanzas.
Por último, se analizará la investigación realizada por Carl Langebaek en el sitio denominado El Infiernito donde se tenía como objetivo contrastar dos interpretaciones sobre el desarrollo de las sociedades que ocuparon los Andes orientales. La primera, se centra en un desarrollo temprano y marcado por una jerarquización social a partir del control de las mejores tierras y la fuerza laboral. La segunda, interpreta el desarrollo social como un fenómeno tardío y limitado, caracterizado por un pobre control de trabajo y tierras. (Langebaek, 2006)
Para analizar las dos interpretaciones, Langebaek se basó en información arqueológica recogida en la excavación realizada por él mismo en el año 2004 en el sitio de El Infiernito, donde se tenía como objeto de estudio la relación de festejos con el desarrollo social en este lugar comparándolas con otras investigaciones hechas sobre la sociedad Muisca.
De acuerdo con la investigación realizada, se identificaron dos concentraciones anulares (Grafica 5), una ubicada en el sector oriental y otra en el sector occidental presentes desde el periodo Herrera (800 a.C- 800 d.C), pasando por el Muisca temprano (800-1200 d.C) y el Muisca tardío (1200-1600 d.C), las cuales se determinaron por medio del análisis de la distribución de vestigios de cerámica encontradas en el sitio de excavación (Langebaek, 2012:283).

Grafica 5: Ubicación de las concentraciones anulares en el sector de El Infiernito (Langebaek, 2012)
De acuerdo a la excavación realizada en El Venado (Boada, 1999: 141), los festejos o ceremonias brindaban prestigio a los caciques y la base de estos fue la producción de riquezas y la contribución en bienes y trabajo pagado por el poblamiento a la elite. Incluso, los restos de cerámica decorativos analizados por Boada en el sector de El Venado se encuentran por lo menos desde Muisca temprano, por lo que se podría decir, que en el sector de El Venado, desde el periodo de Muisca temprano se realizaban actividades ceremoniales. Otro autor que respalda esta interpretación, (Kruschek, 2003) según la investigación hecha en Funza, la cerámica decorativa se encuentra desde épocas tempranas y que para el periodo de Muisca tardío, las elites controlaban las tierras más fértiles.
Para analizar esta primera interpretación que se basaba en un desarrollo temprano con una jerarquización social marcada por el dominio de tierras y de mano de obra. Langebaek, estudió los restos de cerámica relacionados al consumo y a los festejos encontrados en El Infiernito. Donde se examinaron fragmentos de jarras y cuencos pertenecientes a los periodos Herrera, Muisca temprano y Muisca tardío, donde comparó la distribución de estos fragmentos con el reparto de las tierras más productivas y con la densidad demográfica de la comunidad.
La cerámica perteneciente al período Herrera es muy baja por lo que no se pudo establecer una relación con los festejos, en cambio para los periodos temprano y tardío, el número de restos de cerámica decorativa y cuencos es pareja entre ambos periodos, mientras que los fragmentos de jarras es mayor en el periodo tardío (Langebaek, 2012), por lo que demostraría que hubo un aumento de producción de objetos para el consumo y servicio. También se analizó la repartición de estos fragmentos dentro de las dos concentraciones, donde se mostró que hacia el período de Muisca temprano la distribución de jarras y cuencos entre ambos sectores anulares no fue significativa, mientras que en el Muisca tardío, hubo un aumento importante en el sector oriental en contraste al occidental, tanto de jarras como de cuencos. La cerámica decorativa también fue superior en la concentración oriental que en la occidental pero desde el periodo de Muisca temprano (Langebaek, 2012). Esto demuestra que en el sector oriental fueron más comunes los festejos que en el sector occidental, además de que hubo una mayor producción de chicha y otras bebidas para el consumo.
En contraste con estos resultados, la repartición de los suelos más fértiles en El Infiernito, mostró que los pisos más productivos se encontraban en el sector occidental donde se encontraron una menor cantidad de fragmentos de cerámica relacionada al consumo y a las actividades ceremoniales (Langebaek, 2006). Con estos resultados, se podría inferir que en El Infiernito en comparación a El Venado (Boada, 1999) y Funza (Kruschek, 2003) el acceso a los suelos más fértiles no fue un factor determinante para la realización de festejos, por lo que el poder de la elite podría no estar relacionado con los terrenos más productivo.
Se analizó el crecimiento demográfico en la zona por medio de la información arqueológica recogida en la excavación en El Infiernito, donde se mostró que hubo un aumento constante entre los tres periodos pero con algunas diferencias, mientras que en el periodo Herrera y Muisca temprano, el crecimiento poblacional fue considerable. Hacia el Muisca tardío fue algo menor, además de que en el sector oriental hubo una mayor densidad poblacional con respecto al occidental en los dos primeros periodos, hacia el periodo Muisca tardío la concentración occidental evidenció un aumento poblacional más notable que la oriental (Langebaek, 2006: 224). Esto demuestra que el crecimiento demográfico no estuvo relacionado con la intensidad de la realización de festejos.
Con estos resultados, el autor concluye que en el sitio denominado El Infiernito, de acuerdo con las investigaciones arqueológicas realizadas, no hay evidencia que el poder de las elites indígenas se basara en el control de tierras productivas y de mano de obra.
Para examinar la segunda interpretación, el autor se basa en la etnografía y la etnología, donde denomina a las dos concentraciones como “capitanías, pueblos o cacicazgos” (Langebaek, 2006; Londoño, 1984; Villamarín, 1975). Otro término utilizado es el de Uta y sybyn, los cuales Langebaek usa para describir una posible organización dual en el sitio de El Infiernito. Tal como lo describió Londoño para el caso de Tunja y Ramiriquí, ya que a la llegada de los españoles, los caciques de estos dos sitios, reclamaron ser los señores del lugar. Londoño concluyó que se podría tratar de una organización dual, donde ambos caciques pertenecían a una dinastía distinta pero integraban el mismo cacicazgo. (Londoño, 1984)
Para plantear la hipótesis de que El Infiernito pudo haberse tratado de una organización dual, Langebaek compara la forma en que están las concentraciones en el sitio con organizaciones duales en América. (Heckenberger, 1999) reconoció un grupo dual en el centro de Brasil, los canellas, estos grupos se organizaban por bohíos, los cuales rodeaban una plaza central, la forma de organización de bohíos era circular. Esta concentración estaba dividida en dos partes iguales, su linaje era por matrilinealidad y eran exogámicos, Villamarín (1975) describe que en las sociedades Muiscas su forma de linaje es por matrilinealidad y que también eran grupos exogámicos. Como podemos ver es posible que la hipótesis propuesta por Langebaek sobre que en El Infiernito había dualismo podría ser válida, pero como él mismo describe se necesitan más estudios arqueológicos para conocer las sociedades que habitaban los Andes orientales.
Otro autor que respalda la organización dual dentro de la sociedad Muisca es Roberto Lleras, el cual propone que la relación entre sybyn y uta se pueden entender como términos similares; cada una tiene sus propios linajes, jefe políticos y territorio, pero no conforma una unidad que pueda, bajo condiciones normales, gobernarse independientemente, producir, distribuir y consumir con autonomía y representarse por sí sola frente al resto de la etnia. Las partes son, con frecuencia, asimétricas; una de ellas es la mayor y preeminente mientras que la otra e menor y sujeta en muchos aspectos (Lleras, 1996). Este es otro aporte a la hipótesis que presenta Langebaek con referencia a la forma de organización en El Infiernito.
Después de analizar las dos interpretaciones sobre las sociedades Muiscas se puede concluir que:
En el caso de El Infiernito, no se encontró evidencia que demuestre que la forma de política fuera por medio de la acumulación de tierras fértiles y la mano de obra como estableció Boada para el sitio El Venado y como estableció Kruschek para Funza.
Langebaek propone una nueva hipótesis sobre la forma de organización social en este sitio, donde las dos concentraciones anulares podrían tratarse de una organización dual, donde cada una de ellas posee un jefe político y religioso. Él se basa en las organizaciones duales encontradas en el centro de Brasil así como en propuestas realizadas por Eduardo Londoño y Roberto Lleras.
Langebaek afirma que la realización de festejos está relacionada con el prestigio de los líderes políticos como dice Henderson y Boada, pero a diferencia de esta última, el autor recalca que el liderazgo por los jefes políticos no estaba limitado a la apropiación de recursos ni a la de la tierra.
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